En lo que ya es una serie de artículos sobre los beneficios que la estandarización puede aportar a tu proyecto, con la primera entrega se expusieron los factores de decisión más “de proyecto”.
Ahora abordamos otros planos de la decisión, centrados en el “cómo estandarizar”. De entre ellos, uno de los planos más relevantes entra a analizar las estandarizaciones concretas a adoptar, y en especial por qué cuerpo estandarizador de entre los existentes nos debemos decidir.
Por otro lado, al final de esta entrega también abordaremos aspectos ya más de tipo socioeconómico. En este sentido, la estandarización tiene importantes implicaciones y beneficios tanto para la micro-economía a nivel empresarial, para la macro-economía a nivel nacional, como también para el conjunto de la sociedad y de nuestro progreso tecnológico.
Cuerpos de estandarización: la clave de la internacionalización y del surgimiento de una economía de escala
Es el momento de sacar a la palestra la decisión de por qué organismo normalizador concreto decantarnos, de entre todos los posibles (y existen unos cuántos). Dependiendo de cuáles sean los intereses de nuestro proyecto, de nuestra compañía, y/o de nuestro cliente, esta decisión es clave, pues de ella depende buena parte tanto de la utilidad de la estandarización que vamos a adoptar, como de su futuro alcance.
Y no es sólo en lo referente a las estandarizaciones ya publicadas por otros, pero que nos planteemos adoptar para nuestro proyecto por su aporte. El tema va mucho más allá. Y es que también debemos valorar el poder estandarizar nosotros mismos como atSistemas innovaciones o tecnologías que hayamos desarrollado para nuestro proyecto, que consideremos que aportarán al conjunto del sector, que creamos que tienen proyección en el mercado, y que además pensemos que pueden ayudar a abrir nuevos mercados para nuestra compañía. A ojos de las empresas-cliente, ¡Quién mejor para un ejecutar proyecto que el propio impulsor de una buena estandarización de aplicabilidad directa a la solución a implementar!
Por supuesto que en este sentido hay que contar con los aspectos jurídico-normativos, y tener en cuenta que atSistemas no tiene por qué poder estandarizar todo lo que desarrolle. Aquí pueden entrar en juego aspecto legales y de propiedad intelectual. Porque a veces ésta es propiedad exclusiva de nuestros clientes o compartida con ellos, y por lo tanto no podemos estandarizarla en nombre propio, y tal vez ni siquiera divulgarla o compartirla con terceros (y menos publicarla por nosotros mismos).
En todo caso, el cuerpo normalizador elegido para la publicación de nuestro estándar es una decisión muy relevante. De ello dependerá de forma primordial el éxito y la adopción que nuestra estandarización pueda alcanzar, así como los nuevos mercados y países que puede abrir para atSistemas y/o para sus clientes.
Y por supuesto que los primeros cuerpos estandarizadores a tener en cuenta son los europeos. Porque los estándares europeos tienen por alcance natural ese mercado español en el que principalmente desarrolla su actividad atSistemas, pero además también abren de manera inmediata y sencilla los mercados de nuestros vecinos europeos. Unido a la existencia de un mercado común europeo, ello puede facilitar enormemente la adopción internacional de nuestra estandarización. Así pues, queda claro cómo los estándares europeos han de ser los primeros que deberemos considerar en nuestro proyecto, y muy especialmente los publicados por los cuerpos de estandarización reconocidos oficialmente por las propias instituciones europeas.
Una vez ganado peso en Europa gracias a las facilidades de la Unión, será mucho más sencillo atacar otros mercados internacionales más distantes y difíciles. Y es que una norma europea y una adopción en suelo europeo es una excelente carta de presentación que abrirá a nivel internacional muchas otras puertas en principio cerradas. Se evita así mayormente ese marketing “a puerta fría”, que suele ser el más duro y menos efectivo de todos.
Los principales cuerpos de estandarización a tener en cuenta por una empresa radicada en suelo europeo son los que analizamos en los siguientes puntos: ETSI, ISO, UIT y (menos y sólo bajo en determinados casos muy concretos) ANSI.
ETSI
ETSI tiene un alcance que va mucho más allá del ámbito exclusivamente europeo, ya que, al igual que por ejemplo su equivalente estadounidense ANSI, las instituciones europeas tienen como objetivo dar a las normas ETSI una proyección internacional. El objetivo es que sean un facilitador para la fomentar la adopción de la tecnología europea y la expansión de nuestras empresas por todo el mundo.
Como mejor demostración, realmente ETSI está constituida como una organización sin ánimo de lucro, y la componen 800 miembros a lo largo y ancho de todo el planeta, pertenecientes a 66 países de los cinco continentes. Entre esos miembros no sólo hay administraciones e instituciones públicas, sino también empresas, institutos de investigación, universidades, y muchas otras organizaciones tanto públicas como privadas.
El objetivo principal que tiene ETSI es posicionarse al frente de las tecnologías emergentes, resolviendo y estandarizando con sus propios estándares los temas técnicos que regirán la economía del futuro. Al mismo tiempo, ETSI pretende que sus estándares sirvan para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de es futuro. Como cuerpo de estandarización nativamente regional y de ámbito europeo, las normas ETSI publican estándares en los campos de las telecomunicaciones, la difusión radioeléctrica, así como de otras redes/servicios y aspectos de la comunicación telemática y electrónica.
ETSI es uno de los tres únicos cuerpos de estandarización oficialmente reconocidos por las instituciones europeas como publicadores de estándares europeos oficiales. Los otros son CEN y CENELEC. La Comisión Europea y otras instituciones de la Unión trabajan a través de ellos sus iniciativas estandarizadoras.
ISO
La Organización Internacional de Normalización (ISO) es otro cuerpo normalizador con el cometido de la creación y publicación de sus propios estándares internacionales. ISO está a su vez integrada por distintas organizaciones nacionales de estandarización: 193 organizaciones de 154 países a día de hoy. Posee el estatus consultivo general dentro del Consejo Económico y Social de la Organización de Naciones Unidas (ONU). En España, AENOR es el miembro de referencia de ISO a nivel nacional.
La proyección real de las normas ISO viene determinado por el hecho de que son normas que acaban en manos de un técnico, bien sea de un funcionario público en un ministerio, o un empleado de una empresa. El cauce habitual este técnico sea el que escale la norma ISO publicada dentro de su propia organización. Así, son normas de difusión principalmente técnica, al menos en inicio, puesto que posteriormente tras su escalado pueden llegar lógicamente a cualquier estamento institucional o empresarial.
Las estandarizaciones ISO se comercializan con un coste, pero el proceso de participación en las mismas es gratuito. Este coste a abonar por cualquier empresa o institución que quiera acceder a la norma a veces limita su alcance inicial, pues excluye a países o empresas con pocos recursos económicos, o que no tienen inicialmente un interés que justifique el desembolso inicial del coste de la consiguiente norma.
ISO trata de promover el uso de estándares técnicos, industriales y comerciales por todo el mundo. En ISO, el origen de las iniciativas normalizadoras son los propios países o sus empresas que, mediante la intermediación de sus organismos de estandarización nacionales, pueden acabar elevando sus propuestas a estandarizaciones internacionales. Este proceso de internacionalización normativa suele hacerse en una segunda fase dentro de la expansión normativa de cada estandarización, una vez que la norma ha sido previamente adoptada en suelo nacional como mercado natural de la empresa o institución que abandera la iniciativa.
En ISO, los grupos de trabajo pueden incluir directamente a miembros de empresas privadas aparte de funcionarios públicos, lo cual no ocurre siempre necesariamente en todos los cuerpos de estandarización. Los grupos de trabajo de ISO son grupos mucho más abiertos al sector privado en cuanto a la participación y a quién puede hacer las propuestas de estandarización. No obstante, por ello su alcance a veces escala menos a nivel de las altas esferas corporativas no técnicas y, especialmente, en ámbitos políticos.
UIT
La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT, o ITU por sus siglas en inglés) es una organización global para la publicación y promoción de estándares internacionales de telecomunicaciones. No obstante, no se limitan a este campo, y habitualmente son estándares aplicables a bastantes más áreas técnicas que no tienen por qué ser estrictamente del campo de las telecomunicaciones propiamente dichas.
La capacidad de proyección de los estándares UIT es muy amplia, ya que los suyos son estándares de libre acceso sin coste alguno. Además de ser publicados en su web, también se distribuyen de manera oficial entre Secretarías de Estado de todo el mundo que tienen entre sus funciones alguna atribución relacionada con el objeto de cada estandarización.
En la práctica, son una inmejorable carta de presentación para toda empresa que pretenda abrirse camino en nuevos mercados internacionales: cuando esta empresa visite a los funcionarios públicos de un país, éstos ya tendrán acceso directo e incluso constancia de esos estándares UIT publicados como recomendación internacional. Como decíamos, las recomendaciones UIT no tienen coste alguno de acceso, por lo que su proyección llega incluso a los países y empresas con menos medios económicos, o cuyo interés de partida no justifica abonar el importe de una norma de pago.
La UIT promociona la adopción de recomendaciones internacionales del sector de las Telecomunicaciones y adyacentes. En UIT, el origen de las iniciativas normalizadoras son los propios países y sus representantes nacionales que, mediante sus Secretarías de Estado correspondientes, envían a la UIT propuestas para elevarlas a recomendación internacional. En las delegaciones de cada país, en teoría sólo deberían participar miembros de la administración pública, estando en este sentido las recomendaciones UIT mucho menos accesibles a propuestas que partan exclusivamente de la industria en solitario.
En resumen, en UIT los grupos de trabajo en teoría no suelen poder incluir a miembros de empresas, sino tan sólo a funcionarios públicos. Por ello, las recomendaciones UIT están menos abiertas a propuestas provenientes del sector privado como tal, aunque, sin embargo, al provenir siempre de instancias oficiales, su alcance como recomendación internacional llega mucho más alto en las administraciones de todo el mundo.
ANSI
El Instituto Nacional Estadounidense de Estándares (ANSI) es una organización sin ánimo de lucro que promociona el desarrollo de estándares para productos, servicios, procesos y sistemas en Estados Unidos. Es miembro a su vez tanto de ISO como de la Comisión Electrotécnica Internacional (IEC).
Promueve el uso de normas técnicas, industriales y comerciales a nivel de Estados Unidos. También hace funciones de coordinación entre los estándares nacionales y sus correspondientes estándares internacionales, siendo otro de sus cometidos que los productos y servicios estadounidenses puedan ser adoptados por terceros países. De esta manera, tratan de que sus normas hagan de embajadores del tejido económico estadounidense, y así permitan proyectar su industria nacional a nivel internacional.
Por tanto, el origen de los estándares ANSI está en el propio sector nacional estadounidense. El acceso a los contenidos y estándares del site de ANSI es previa membresía y pago de una cuota. La importancia de los estándares de ANSI para el mercado europeo pasa por que, a pesar de que se trate de un cuerpo de normalización de Estados Unidos, sin embargo, muchos de sus estándares terminan elevándose a estándares de-facto a nivel internacional. Esto es así por la proyección político-económico-técnica que ANSI y los representantes institucionales estadounidenses siempre pretenden dar a los estándares ANSI, a sus productos nacionales, y a las empresas estadounidenses con alcance internacional.
En el momento en que una norma ANSI sea la que se acabe imponiendo en un área técnica a nivel mundial, habitualmente ya se puede considerar que se ha convertido en un estándar de facto. En este caso, y a pesar de ser un estándar inicialmente concebido para el mercado estadounidense, puede acabar teniendo que ser tenido en cuenta por empresas europeas en sus procesos de expansión internacional. Si un proyecto en el que se esté valorando estandarizar alguna innovación da la casualidad de que se enmarca en un subsector donde son los estándares ANSI los que priman a nivel mundial, sin que esto signifique que se deban descartar sistemáticamente las iniciativas normalizadoras europeas al respecto, sí que es cierto que es recomendable que el responsable del proyecto al menos evalúe también a ANSI como un posible cuerpo normalizador a incorporar al portfolio de estandarizaciones de su proyecto.
Por último, hay que recalcar que, al igual que ya ocurre a nivel general económico, en Estados Unidos habitualmente se da mucho más peso socioeconómico a las empresas, a veces incluso en decisiones económicas y a nivel gubernamental. Al menos mucho más que en Europa, donde el mundo institucional a veces permanece algo más aislado y fuera del alcance de los intereses empresariales. Por ello, no deberá sorprender al lector encontrarse con un enfoque algo diferente en la estructuración de las relaciones entre cuerpos de normalización y empresas a ambos lados del Atlántico.
Competencia y estandarización: dos caras de una misma moneda
Especialmente en la arena tecnológica, hoy en día tenemos todopoderosos colosos tecnológicos que muchas veces saben de nosotros más que nuestra propia pareja. Y ha sido sólo hace unos meses cuando las autoridades de la competencia han empezado a tomar consciencia de que estamos prácticamente inmersos en un auténtico oligopolio tecnológico, con todos los grandes peligros que ello implica, en especial para la libre competencia. Es ahora cuando las autoridades se están planteando seriamente volver a la ortodoxia pro-competencia y libre mercado que era la regla habitual hace unas décadas, sometiendo a un minucioso escrutinio continuo a esas grandes tecnológicas que algunos no dudan en plantear si se han hecho demasiado grandes. Tal vez estén volviendo los tiempos en los que toda gran empresa temía las resoluciones de los salomónicos organismos reguladores del mercado y en pos la libre competencia.
Un caso del pasado de diligente actuación de las autoridades de la competencia, y muy relacionado con el mundo IT (de hecho, fue una de las bases fundamentales que han alumbrado nuestra IT actual), fue el emblemático caso de AT&T. Hoy en día, esta compañía es una operadora telefónica de larga distancia, pero en su momento fue un auténtico coloso de telecomunicaciones que amenazaba con perjudicar gravemente a todo el mercado. De hecho, el de las telecomunicaciones era un mercado que en aquel momento las autoridades entendían que debía de ser un monopolio de forma natural, incluso por motivos de seguridad nacional y geoestrategia. Y es que esto ocurría mientras estábamos en plena guerra fría.
Hay que decir que, por entonces, las telecomunicaciones eran mayormente casi toda la IT en un mundo previo a su posterior explosión y especialización. En una primera fase de la ruptura del monopolio de telecomunicaciones, se optó por dejar a AT&T como la actual operadora de larga distancia que es, y segregar las que se llamaron las “Baby Bells” como operadoras locales dispersas por todo el territorio nacional estadounidense. Desde luego que en su momento la decisión sobre si romper aquel gigante tecnológico debió de ser todo un complejo puzle para las autoridades de la competencia de la época. Pero a la vista de nuestro presente, tecnificado y poblado por multitud de empresas tecnológicas, aquellas autoridades supieron estar a la altura y optar por la decisión más ortodoxa y beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
Ya en los noventa, y en una segunda fase, se forzó a AT&T a escindir de nuevo parte de su negocio, y que se quedase meramente como una operadora ya sin capacidad fabril. Así nació Lucent Technologies (hoy integrada en Nokia Networks) como fabricante de equipos de telecomunicaciones independiente, y que albergaba joyas tecnológicas del momento como eran los emblemáticos Bell Labs. Estos reputados laboratorios son responsables de la invención de avances tecnológicos que han sido (y siguen siendo) realmente trascendentales para nuestra sociedad actual, como por ejemplo el teléfono, el transistor, el láser, la fibra óptica, el lenguaje C, o el sistema operativo UNIX.
Si bien estos grandísimos inventos ya se realizaron durante la época de monopolio, lo cierto es que el grado de innovación que éste y otros muchos laboratorios podían alcanzar se quedaba muy por debajo de su potencial. Y es que entonces ya vislumbraban el gran progreso que tendrían nuestras sociedades si a ese caldo de cultivo tecnológico se añadiese además la libre competencia. Otros casos de intervención de las autoridades de la competencia en favor del mercado, o de gigantes tecnológicos que se convirtieron en monopolios de facto, fueron por ejemplo la IBM de los años 80, o la Microsoft de los 90.
Así que, ¿Cómo y con quién debemos estandarizar? ¿Nos debe valer igualmente un estándar de facto y un pseudo-monopolio?
Hoy en día habrá generaciones a las que el caso de estos gigantes tecnológicos de hace décadas ya les parezca obsoleto y pasado de moda, y sólo por ello no le den a estos casos la importancia sistémica que tuvieron en su momento (de plena vigencia también hoy en día). Efectivamente, la realidad ya no es sólo que hablemos de un IBM o un Microsoft de hace décadas, y de la transformación que estas mismas empresas hicieron al calor de aquella apertura forzada del mercado con toda la innovación que luego nos ha traído a nuestro presente.
La realidad es que hay ciertas naturalezas humanas cortoplacistas al extremo que siempre van a hacer acto de presencia en nuestras sociedades. Y lo harán en una o en otra compañía, y bien sea con una u otra tecnología. Ahora o dentro de décadas, siempre habrá alguien que trate de volver a poner en práctica los mismos instintos y las mismas trabas monopolísticas que otros intentaron poner en marcha antes. La tecnología cambia y nuestro mundo progresa con ella; lo que ya no lo hace tanto son las intenciones y ambiciones de ciertos perfiles humanos que siempre van a estar ahí, mirando exclusivamente tan sólo por su propio bolsillo, y sin importarles lo más mínimo ningún tipo de beneficio para el conjunto de la sociedad ni para el progreso socioeconómico.
Así que, como conclusión, deberíamos tener preclaro que hoy en día estandarizar no es una opción, sino que es LA opción (de una u otra manera). No es que lo que se inventase antes de la proliferación de los estándares fuese malo (ni mucho menos), sino que el tema es que se podía inventar (mucho) más y mejor cuantos más jugadores hubiese innovando en cada vez más campos de especialización tecnológica. Y para ello sí que eran necesarios estándares abiertos y de amplia adopción, a elegir en base a los criterios expuestos para uno de los cuerpos de estandarización analizados antes.
Porque aquí se trataba en su momento (y también se trata ahora) de que los laboratorios dominantes redoblen su potencial innovador, y eso se podía conseguir haciéndoles sentir la inquietud de tener competidores que se les pudiesen adelantar. Efectivamente, aquel contexto monopolístico de los 80 y 90 era muy limitante para la explosión tecnológica que por entonces las grandes mentes del mundo IT ya preveían para los años venideros, pero igualmente los monopolios (o duopolios) de facto actuales pueden ser igualmente limitantes para nuestro progreso futuro. Y así estaría siendo.
Entonces y ahora el asunto no va de un mal progreso tecnológico (que no lo era ni lo es), sino de la pérdida de un coste de oportunidad que podría maximizarlo. Sin un buen motivo de otra índole, nunca hay que caer en limitar nuestra capacidad de progresar hacia el éxito tecnológico como sociedad tan sólo por favorecer algunos pocos intereses empresariales muy concretos. En el fondo y en los plazos más largos, a pesar de ese cortoplacismo de algunos, el progreso del conjunto y la adopción de estándares abiertos también les beneficia (y mucho) incluso a ellos mismos.